octubre 31, 2008

Simón y el Escorpión Mujer...

"Sé que dices la verdad, la conozco, te conozco... y no te creo"
No te creo, Siempre es hoy - Cerati




- La amaste, entonces
- Demasiado
- ¿Y ella? ¿También te amó?
- ¿Quieres una respuesta a eso?
- ¿Puedes darme una?
- Una respuesta... sí, ella también me amó
- ¿Entonces porqué están hoy así? ¿Porqué te ha dejado de nuevo?
- Te contaré una historia...
- ¿Como respuesta?
- Sólo escucha: Había una vez una ranita muy buena gente
- ¿Tú eres la rana del relato?
- No seas impaciente y déjame contarlo...
- Está bien... pero ¿eres la rana?
- Sí Adrianne... soy la rana, pero escucha esta historia:
Una rana que vivía a orillas de un río... cierto día se encontró a un escorpión en apuros que necesitaba cruzar el río... el escorpión le suplicaba que lo pasara sobre su espalda al otro lado del río. La rana le dijo: "Yo puedo pasarte, pero tengo un veneno sobre mi espalda que puede hacerte daño y no quiero, puedo prometerte que intentaré con todas mis fuerzas no lastimarte, pero además tu tienes un arma en tu cola, sin pensarlo me inyectarás un veneno letal y moriré"
El escorpión le juró a la rana que eso no ocurriría, que tuviera por seguro que no la picaría, pues de hacerlo, la rana se hundiría en el agua, y él, que no sabía nadar, perecería ahogado. Al final la rana se encontró convencida por el escorpión... lo subió sobre su espalda y empezó a nadar hacia la otra orilla, al principio con cierto recelo y lista para defenderse, pero poco a poco le fue perdiendo el miedo y empezó a nadar confiada, cuando llegaron a la mitad del río, la rana sorteó un remolino... de repente en ese momento, el escorpión la picó... La rana sintió el dolor agudo del aguijón y los efectos del veneno empezaron a hacerse evidentes... mientras moría, en medio de su agonía, la rana le pregunta "Escorpión ¿porqué? ¿porqué lo has hecho? Si yo confiaba en ti, yo estaba cruzándote felíz el río... ¿Porqué me haces esto? ahora nos ahogaremos los dos". Y el escorpión respondió "Lo siento, rana, no pude evitarlo... es mi naturaleza"

octubre 14, 2008

Respirar humo


Para que no llores ni ruegues
ni calles ni te espantes,
Para que no mires los zapatos
Ni el pasado, ni sientas la cosa aquella
Que crees sentir...
Y pronuncies vehemente, lento, despacio
La hueca palabra que sabes que dirás
Cuando nos cruzemos por la calle y sonriamos
Como si nada pasara, como si no se viera
Y fuera desapercibido por aquí
Para eso y para que nadie diga en tu boca
Ni dentro de tu boca
Hasta ladrarte en pleno pulmón la palabra
<<¿Soñaste?>>
Fue que dispuse mi antología de huesos
En los pantalones y me fui caminando
Por la noche serena
A encontrarme con la sombra
De botas viejas y gastadas.

Y la vi, te lo juro que la vi,
Larga y famélica la vi...
Hambrienta de aventura, triste,
Secreta y sonriendo.

Después de besarle la mejilla- con mi quiero y no malverses-
La invité, aferrandole una costilla
A sentarse encima de mis piernas
junto a la última mesa del primer café que encontramos
Para que con el cuidado de las flores en el talle
Y con detalle, pues narrara, como era, como fue,
Para que contara sobre los colores de valles hospitalarios
Y malos pasos, de los cuerpos que respiran demasiado
Y reposan de esas cosas reventadas en la importancia
Irresistible del sabor de otros cafés desconocidos

¿Para qué traer un último cigarrillo?
¿Para qué?

Para respirar humo,
Para que tus manos pierdan mi boca...
Y no acuda nada de lo que frustra.

Para no sentir cierto perfume, ni la jornada
Para respirar humo, voy a respirar humo
Para venir con otros a perder de cáncer
Para ser silencio
Para darme por persuadida...

Así decía... así lo dijo
Así, así fue nuestra entrevista
Y dibujaba
Que la noche es noche
Y nada o algo te diferencia de otra
¿Para qué la luna, el olor de las hojas?
¿Para qué una estrella suicida?
Para nada
Nada te diferencia de otra.

Esta es mi pena, mi tormento
El silencio absoluto
El fin de los ecos
El tiempo sin recuerdos
Yo soy así, he creído en cosas que no existen
Tú lo has dicho...
El estar menos sola no está incorrecto.

octubre 07, 2008

Entender mi propio vacío, el tiempo que huye irreparable, la nada que contengo y soy...

octubre 05, 2008

¿Y qué responde mamá?


octubre 04, 2008

La niña-roca


Está consumado - dice la madre -
mi hija se ha vuelto una roca,
encerrada en su cuarto
juega a hacer titilar las estrellas
que suspiran dolorosas como los ojos de una quinceañera.

Mi hija se ha vuelto roca,
sus labios se juntaron, enmudeció,
y cuando apoyo mi oído sobre su pecho
no logro escuchar sus latidos.

Está consumado - dice la madre -
han asesinado a mi hija
han esculpido su triste réplica profana
y la han lanzado al lecho, inmóvil,
para que ocupara su lugar,
para que intentara consolarme.

[Un vapor extraño repleta el cuarto donde llora la madre
contemplando la escultura de su querida niña,
las sombras reptan por los muros como curiosas salamandras
algunas doblan sus cuellos para asomar sus torcidas cabezas]

La madre toma el trozo inerte y lo guarda, con lágrimas, dentro del armario.
La puerta del cuarto se cierra, las suaves manos de la madre dan vuelta la llave.
Ni una lágrima más, solo silencio y hemorragia interna.

octubre 02, 2008

De muertos que caminan...


Las moscas han enloquecido con mi hedor. Hiedo a sal, el sol ha alumbrado durante varias horas mi desecho, Mi cuerpo, aquí derrumbado, es semejante a una flor podrida de la mas extraña belleza.
Veamos, la descomposición acelerada me corrompe, ya he comenzado a hincharme, me siento algo deformada.
¿Los muertos pueden sentir náusea?
Vomitaría de ser así, algo me lo impide; tengo restos secos de una previa regurgitación, estos restos se han ido acumulando en mi garganta y han ido formando una pared fétida de jugos

Las moscas otra vez, están furiosas con mi hedor, es que llevo una importante fracción de tiempo tirada aquí.
Pienso -¿pienso?- que lo mejor sería dejar de esperar a que alguien, por caridad, de cuenta de mi muerte y que entonces el rito funerario suceda a la negra noticia...
Que se lleve a cabo la gris ceremonia con todo el fastidio y el peso del aburrimiento y tormento encadenado a los tobillos.

Es aburrido un entierro, lo es mas para los muertos.
Lo mejor será - que rigor, que asco- levantarse de estas húmedas lozas e intentar escapar de la vista de los vivos por cualquier penoso medio, yo y todos mis restos, pero estoy tan cansada que lo último que deseo en este momento es emprender una carrera sin sentido.

Pasa un tiempo corto, unas horas más (para un muerto tres horas son nada).
Bien, lo intentaré de todas maneras, al menos así podré asegurarme de que en realidad he muerto.

¡Dios mío, la gente no puede andar lidiando así como así por las calles con cualquier muerta que se les cruce!

Pienso esto y luego estiro un brazo y todos los huesos, desde la punta de mis dedos hasta las caderas, crujen con una pena impotente -siento el rostro inflamado y me pregunto cuantos días llevo tirada acá-. La gente se va acostumbrando a la muerte, se comienza siempre con el hedor... apestas y entonces se resignan a la idea de tu sepultura, de otra manera cuesta asimilar el fin de la milla, el fin de la pendiente.

Hago lo mismo con el otro brazo, el mismo crujido me hace gemir con una voz gutural que, más que gemido, asemeja un mugido mortuorio de res condenada.
Tengo ambos brazos flectados rigurosamente a la altura de mi pecho y al comenzar a estirarlos puedo al fin, costosamente por supuesto, despegar el rostro del fangoso charco de vomito y sangre.
Siento los ojos secos y mi tabique esta roto.

Alguien se acerca. Es una mujer, no muy vieja (por suerte, no se asustará tanto al verme), cruza la calle y se detiene a observar mis dramáticos esfuerzos.

"Buenos días”-me dice- y espera pacientemente, supongo, que le devuelva el saludo.
Intento articular, mi cabeza serpentea y se despereza del polvo.
Mientras tanto sus ojos se abren, se despeja la frente cubierta de algunos cabellos pegados por el sudor del día y luego de darme algunos ánimos y palmaditas en la espalda me sonríe, ensayo devolverle la sonrisa, empresa que arranco con dificultad y que me es imposible completar; mis labios inflamados y violáceos se parten y escupen un líquido espeso.

Mi cara y todos sus huesos crujen, mi lengua se encuentra petrificada, cruzada por la rocosa corrupción de la muerte. Ella se inclina un poco hacía mi, y con sus manos sobrepuestas sobre sus rodillas espera el saludo. Entonces mi lengua cede finalmente y con ella aquel murallón de vómito fibroso entubado en mi garganta se desprende y una tromba de viscosidades amorfas aflora y se derrama a sus pies desparramándose aún más allá de ellos.

El alivio es inmediato, aunque sé, es pasajero; algo ha estado vaciándose dentro de mi vientre, alguna filtración en mi interior me ha abultado la panza. Observo la transfiguración de mi saludo: Una masa deforme en la que flotan los últimos manjares de mi vida, comidos y bebidos - ahora lo se bien, he muerto-. Mucha sangre amoratada, mucha bilis, agua, restos de algún órgano que ha terminado de descomponerse y… mi lengua.

La mujer no se mueve, la voz y el grito se encogen; tiembla y se observa los pies espantada, me obliga a pensar que eran unos zapatos preciosos y que aún con una severa cuota de misantropía me hubiese apenado mucho estropearlos de tal manera. No puedo pedir perdón, carezco de la movilidad necesaria ¡carezco de lengua! Ella se irá, acabo de estropear su caridad y sus zapatos, odiará por mi culpa a los otros muertos que andan por ahí.

Un coche se detiene en la esquina y ella corre hacia el, que espera con la puerta del copiloto abierta. Corre -si, es mejor así- corre a medias, resbalando de vez en cuando, con la porquería de mis entrañas pegada a la planta de sus zapatos, sin despedirse. Me tumbé otra vez, que vergonzosa es esta condición.

¿Y ahora que? - me pregunto- un bus asoma en la otra esquina y se pierde en dirección hacia donde marchó el coche.

El bus...

No puedo continuar descomponiéndome de esta manera sobre las delicadas lozas de este jardín desconocido ¿Que pensaran sus dueños cuando me encuentren? ¿Como vine a dar aquí? Olvidémoslo, lo que importa en este momento es volver a mis intentos de enderezarme, gatear hasta la parada y aguardar.

Intentaré ser rápida - al menos todo lo que la rigidez me permita- marcharé cabizbaja para no ser fuente de espanto para alguna otra persona más. Al palpar mis bolsillos suenan algunas monedas, pienso que bien podría soportar el tedio de auto sepultarme... Bien, veamos, aquí viene el recorrido al cementerio de M...., el camino no es tan largo y el atardecer me parece ideal.

Me extraña conservar todavía el olfato, nunca en vida me preocupé de oler las flores...