Hitchcock ordena silencio.
Yo miro hacia un lado y titubeo un poco, mientras su rostro dirige la atención a la derecha y me logra intimidar increíblemente.
Él piensa en una mujer, o quizás en varias.
Fräulein.
Se suspende sobre mi puerta y yo me suspendo sobre él, de manera invisible.
Me quedo mirando su dedo y su ceja, al tiempo que mis manos y mis dedos no desean otra cosa que convertir la madera en agua y atravesarla para tocar su silencio, el de Hitchcock.
1 comentario:
el gran alfred, el único que supo escuchar el silencio de nuestros pasos en esta tierra...
genial!
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