junio 03, 2008

El Baúl de la memoria

"En algún momento debió complicarse el sutil amasijo de cosas que llevamos dentro de la cabeza,

y el amor dejó de responder al simple mecanismo de estímulo-respuesta"

Estímulo Respuesta, Jeremías López

Escudos, amuletos, creencias, intuición.
Casas de hierba, palmeras de té y nulas posibilidades de estar cerca.
Anillos, pasajeros, suelas y zapatos de vidrio irrompible.
Mis libros ¡mis libros! ... mis hojas de papel brillante y mis letras de color negro, ocre y púrpura.
Mis letras que no son mías, mis letras de cartón y de viento, mis palabras de madera vieja y de vino tinto en llovizna.
Mis papeles en desorden, los pliegues que nunca agrietarán tantas ideas.
También mis papeles en orden y mi tinta necia e impasible.
Mis ideas, mis ideas de plástico y de humo, mis ideas insensatas y mi angustiosa cotidianidad.
Transcribo compulsivamente y me doy cuenta que no hago nada y que mis dedos nunca serán suficiente impulso para que el papel hable, grite o simplemente, observe.
Sé que mis manos no crean.
Sé que mis oídos no engendran sonidos cuando creen que los escuchan y que mis pupilas no se acercan ni remotamente a la idea de contemplación dinámica donde la imagen no existe si ellos no se aproximan a palparla.
Sé que las figuras, como las palabras y los sonidos, siempre están.
Hoy, sin embargo, me gusta pensar que sin mis sentidos el mundo se desplomaría, y que mi cuerpo, inasible y saciado de tacto, se convertiría en cadáver.
Tal vez se convertiría en sinfonía que se autodestruye, que corre hacia su propio letargo.
Cuerpo, manos y boca : únicos observadores, marchitos y desérticos, decididamente inhabitables.

1 comentario:

Juan Yanes dijo...

Esto es muy bonito, Adrianne, y profundo. Toca. Yo no sé escribir así. Pasaré también por aquí silenciosamente, para no molestarte. Un saludo afectuoso

JUAN