junio 03, 2008

Inmovilidad detestable...

I

He caminado durante horas, después del vino y los buenos tiempos, después de las letras, de las palabras que salieron de mi garganta con el dolor más infinito que pude sentir jamás, de la lectura que contemplamos y de las lágrimas que resbalaron sobre la ropa mientras la diminuta llama de fuego de la mesa simulaba ser una de las fuentes de luz que se veían más allá de la ventana, sobre los postes.

Después de las puertas de Duchamp y el pragmatismo detestable de mis necesidades, estoy otra vez mirando por la ventana.

II

Cuando veo ese paisaje de afuera me pregunto si puedo intentar traspasar el cristal y volverme parte de los ladrillos que todo lo ven pero que nada sienten, si es posible en alguna medida palpar los rayos del sol con mis yemas que se visten de restos.

Me pregunto si es posible tanta irrealidad, y si puedo fabricar con mis pies senderos de trigo que me lleven hasta un espacio de luz y de agua.
Sólo miro sin sentir.

Muy posiblemente sólo inspecciono.
III
Soy una testigo inmóvil y callada de ese momento exacto en que los pájaros que habitan mi cuerpo emigran hacia confines más cálidos y me abandonan sin dejar rastro de movimiento en mi sangre.

Por más que intento no puedo volar con ellos.

Ni siquiera mis manos son capaces de obstruir su vuelo para que permanezcan viajando a través de mí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

teme a las princesas azules que son un enigma entre nosotros...


ellas se acercaron, me ahogaron con si risa, me invadieron con sus ojos y me llevaron hasta las mas frias campanas susurradas