julio 18, 2008

Infidelidad


Los hoteles para infieles son pequeños y coquetos.
Generalmente están a las afueras, y sus recepcionistas saben mucho.
Tienen un Máster en Análisis de Hipocresía y Apariencia.
Los infieles llegan con cara de ir a jugar al ajedrez, como si nada más que una extensa partida entre amigos fuera a ocurrir.
Como si ninguno de los presentes en el hall supiera que no dejarán poro de piel sin desnudar.
Pero el protocolo es así: Caras serias. Cierto aire solemne. Lo que ocurre es importante.
Nombres falsos.
Una puerta que se cierra al fondo del pasillo.
El resto, se lo callan las paredes

1 comentario:

Anónimo dijo...

lo que pasa dentro de ese sitio....
enamorarse con la piel
con una de tus carcajadas por mi agotamiento