Mientras muchas luces reflejan algunas de sus partes en la baldosa, María se ve poco menos que nítida en la mancha fastidiosa de la pared y se mira a los ojos.
Lo que ve es que sus pies huyen entre gritos y más gritos, silbidos desesperados y ladridos de algunas mujeres,
Y que el caos de los buses la obliga a no escuchar y a correr lento, simulando la película que tiene en la cabeza justo en ese minuto.
Sus zapatos luchan por evitar lo sucio pero sus pies quieren lo contrario.
Entonces, María se aparece con un color dulce en la garganta o la arena seca de un espejo en su frente.
Cuando ella se ve como uno más, busca una calle que todos conozcan y que todos visiten todos los días y a todas las horas para hacerla propia y, casi sin pretensión vanidosa, la transforma en un universo no muy grande pero tampoco un miniuniverso;
El universo con el tamaño justo de la calle que escogió hoy, en el que pinta de invisible cada par de pies que deambulan junto a ella.
Mientras juega y sonríe con lágrimas azules, la mancha sigue en frente suyo, fastidiosa e impertinente, viendo dentro de sus pupilas púrpuras y preguntándose cómo María puede caminar por su calle universal al tiempo que es sólo un trazo encantadoramente imperfecto que ella misma se imaginó.
1 comentario:
encantador y sublime
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